Primero, El viaje de Carol; una película del vasco-salvadoreño Imanol Uribe
sobre Carol una joven norteamericana-española que viaja con su madre hasta Galicia para visitar a su abuelo en la primavera de 1938...
Son los últimos meses de la Guerra Civil y en ese entorno Carol aprenderá
sobre las durezas y dulzuras de la vida
encontrando de paso su primer amor adolescente.
Segundo. También la lluvia. En este travieso juego de espejos (es una película acerca de hacer una película), la directora Icíar Bollaín traslada la historia de la conquista de la isla La Hispaniola en el siglo XVI a las montañas de una Bolivia del siglo XX, con otra serie de conflictos entre pobladores y compañías extranjeras... y con actores que tienen fuera del set de filmación la opción de actuar o no como los personajes que representan.
Tercero (en dos sesiones) La balada del norte, una novela gráfica de Alfonso Zapico sobre la revolución de los mineros asturianos en el otoño de 1934. Una historia de luchas sociales entreverada con una historia de amor... contada con las imágenes en carboncillo de Zapico que se asemejan a un documental o al blanco y negro de las películas del neo realismo italiano o a algunas del aragonés Luis Buñuel.
Cuarto. En El violín de Francisco Vargas Quevedo asistimos a una bella y sobrecogedora, dura, a veces cinematografía en blanco y negro que nos lleva a las montañas de un país con una historia de tres generaciones de músicos ambulantes que se ven envueltos en las luchas por la justicia y por la dignidad, que también se han ido desarrollando interminablemente por generaciones.
Finalmente: creo que el punto de El cuento chino de Sebastián Borensztein es la lucha por superar las barreras creadas por la desconfianza y por lo, a veces, profundamente absurdo de las vidas cotidianas, y atreverse a comunicarse con los demás... Borensztein lo hace a través de la metáfora de un chino que no sabe una palabra de castellano y de un argentino que no sabe una palabra de chino viviendo juntos en Buenos Aires.
Será divertido.